viernes, 23 de septiembre de 2016

AEROP-ENAP

Se despertó en su crisálida. Los dieciséis ojos, repartidos a mansalva a lo largo de su cara se abrieron perezosamente. Apartando lentamente las capas de seda cubiertas de barro Aerop-Enap salió de su capullo y saltó desde lo alto del árbol de Plaza España. Estiró las ocho patas peludas, que tenía algo entumecidas, se frotó los ojos con fuerza y crujió los músculos del cuello. El siniestro ser lanzó un rugido ronco hacia el cielo: se había quedado dormida en mala postura. Miró a su alrededor. Llevaba 30 años durmiendo; era hora de ir de compras. La tenebrosa mujer araña comenzó a subir por Gran Vía, llevándose por delante farolas y quioscos, con el típico aturdimiento de alguien que se acaba de despertar. La gente se alejaba nada más verla, igual que evitaban a los gordos que salían de los restaurantes de comida basura. Al llegar a la mitad de la calle, Aerop-Enap vio con seis de sus rojos ojos un cartel luminoso: “Clínica estética de depilación”. Decidió que se acercaría después; los pelos de sus piernas amenazaban con desgarrar las medias. Pero siguió andando, cruzó la carretera -aplastando algún que otro coche- y llegó a Callao, donde se sacudió tres papeleras, dos chihuahuas y un hombre anuncio que se le habían quedado enganchados en las patas. Entró en El Corte Inglés sin hacer caso al hombre que había dejado caer las bolsas de la compra y ahora huía despavorido y saltó sobre las escaleras mecánicas, quedándose encajada en ellas, como un gato gordo en un frutero. Se dejó elevar hasta la planta cuatro: “Zapatería”. La cara de la dependienta cuando vio a esa gran masa gorda y peluda de ocho patas, cubierta por un vestido de lunares rojos, habría dejado al cuadro de El Grito en ridículo. Pero era su primer día y no quería quedar como una tonta ante sus jefes que seguro estaban más que acostumbrados a ese tipo de clientes, así que saltó de detrás del mostrador y se acercó a la mujer araña.
-Buenos días señora, ¿en qué puedo ayudarla?- preguntó con una gran sonrisa en la cara.
-Yo acabarrr de despertarrrrr y quererrrr comprar zapatos.
-Pues está usted en el sitio perfecto- la dependienta forzó tanto la sonrisa que los músculos de su cara empezaron a temblar.
-Yo ya saberrr, sino no haberrr venido, estúpida.
-Jejejeje -rió nerviosa la chica- bueno, a ver dígame, ¿que talla tiene usted?
-¿En qué pie?
-Ehm…esto… bueno, pues dígame todas la tallas.
-Verrrá, en pie derrecho 1 talla 42, en pie derrecho 2 talla 51, en pie derrecho 3 talla 37, en pie…
-Bueno, bueno, pare ahí -la interrumpió- con eso nos vale de momento. Vamos a buscar algunos zapatos, ¿que clase de calzado quiere?
-Calzado parrra pies.
La dependienta cerró los ojos y suspiró. Se frotó la sien con los dedos e intentó mantener la calma. Esbozó, no su mejor, pero sí la única sonrisa que podía alguien esbozar en un momento así y habló.
-Lo imaginaba, ¿pero quiere usted zapatos formales, deportivas, sandalias, zapatos de tacón…?
-Uno de cada.
En ese momento fue cuando la sonrisa de la dependienta se esfumó de su cara para siempre. Escogió una bota de tacón de un estante y se la entregó a la mujer araña.
-¿Usted estúpida? -gritó la gran araña- ¿Cómo pretender que yo pongo zapato de prrrostituta?
-Eh, pero bueno, no son tan malos. Seguro que le quedan muy bien. 
La dependienta miró hacia sus pies para comprobar el calzado que llevaba ese día: unas botas de tacón muy similares a las que acababa de ofrecer a su cliente. Sus dientes empezaron a castañearle de la irritación y el ojo izquierdo se le cerraba y abría en un tic nervioso.
-Yo no querrerr. Tú darr otra cosa a mí, humana estúpida..
La dependienta, en un ataque de locura, comenzó a agarrar zapatos de los estantes y lanzárselos a la mujer araña, que, con sus ocho patas, los iba agarrando todos, demostrando muy buenos reflejos.
-¡Tome!, llévese los que quiera- gritó la dependienta- pero no vuelva nunca más.
Y dicho esto se fue indignada a presentar su dimisión.
Aerop-Enap la vio marchar mientras sus tres filas de dientes se curvaban en una sonrisa de satisfacción.
-Grrraciassss
La mujer araña salió con un zapato distinto en cada pie: una bailarina, un zueco, un zapato de caballero, una bota negra con pinchos…
Y vestida de esta guisa se encaminó cojeando a la tienda de gafas.