jueves, 22 de noviembre de 2012

BEATRIZ Y LOS ASTRONAUTAS

 El otro día fui a casa de mi amiga Matilde. Ella es rica y por eso tiene televisión. Yo no tengo porque no soy rica. La televisión es una caja en la que hay personas chiquitas que hablan. No se como las meten ahí dentro. Matilde y yo la estuvimos viendo. Vimos  un reportaje de astronautas. Los astronautas son personas que se visten con ropas raras y hacen turismo a otros planetas. Si un astronauta se va de vacaciones, pues por ejemplo a la luna, sale en la televisión. Yo no voy mucho de vacaciones, pero cuando voy no salgo en la tele.

También existe el sol. El sol es la estufa de los astronautas. Cuando tienen frío cogen su nave y se van allí. A veces la encienden demasiado y llega un poco aquí, a la Tierra. Pero los astronautas deben de ser muy frioleros, porque en la Tierra en verano hace calor, así que no sé cómo hará allí arriba. Otra de las cosas que da el sol es luz. Mi papá que está preso político cuando me manda cartas siempre dice que le gustaría ver la luz del sol. Yo no sé que quiere decir, porque a Libertad, su prisión, le llega la luz. Yo creo que lo que pasa es que mi papá quiere ser astronauta.

ANDREA, LA ROJA

 -Andrea, ¡baja ya a desayunar! Tengo algo importante que decirte

Una chica de pelos marrones con un pijama rojo se revolvió en la cama con sueño.
-Mmmhhh ya…aaaa… voy- bostezó mientras buscaba las zapatillas de felpa roja que debían estar en alguna parte del suelo. Como al final no las encontró bajó descalza.
Andrea entró en la cocina y se sentó en la mesa. Cogió la caja de cereales y se echó unos en su bol de cerámica roja.
-¿Qué tenías que decirme?
-Ah, sí… es verdad- contestó su madre despistada- mira, tengo que irme a trabajar y no puedo hacerlo yo, pero como tú tienes fiesta hoy..., bueno, tienes que ir al bosque que está a las afueras de la ciudad, ya sabes, dónde vive mi madr… es decir, la abuela y llevarle esta cesta. Tiene unos bollos caseros y medicinas para su enfermedad. Ah, y ya sabes, en este bosque hay muchos animales salvajes, y algunas personas indeseables. Pero si vas por el camino de tierra no se acercaran a ti. De todas formas, ten el teléfono a mano por si ocurre algo.
-Claro mamá, lo que sea por la abuela.
  
Y allí estaba ella, media hora después bajando las escaleras del portal de su casa. Vestía con un vestido de algodón rojo, y unas botas altas de cuero rojizo hasta la rodilla. Era invierno, y en esa parte de Francia solía hacer mucho frío, por eso llevaba también un abrigo grueso de color rojo y un gorro del mismo color, que precisamente, le había hecho su abuela.
Andrea cogió el autobús cerca de su casa. Se sabía de memoria el camino hacia casa de su abuela. Lo había hecho millones de veces. Cada tres meses le llevaba medicinas que compraba su madre, ya que no podía moverse hasta la ciudad. Hacía unos años, después de jubilarse, su abuela se había comprado una casa en el bosque, ya que el médico le había dicho que se fuera a vivir al campo porque el aire puro le haría bien a sus pulmones. Andrea siempre había odiado ese vicio de su abuela por fumar, pero por fin ahora habían conseguido que lo dejara.
Cuando llegó a su parada se bajó del autobús y camino por el borde del río Loira durante un rato. Fue a un quiosco cercano y compró el periódico. A su abuela le gustaba estar informada, y por eso se podía tirar horas hablando por teléfono con su nieta, a quién adoraba, quejándose de lo aburrida que era su vida, y lo que echaba de menos el bullicio de la ciudad.
La chica llegó a los límites de la metrópoli y entró en el bosque. De pronto todo el ruido de los coches, la gente hablando y demás desapareció por completo. Ya solo se oía el trino de los pájaros y el silbido del viento pasando a través de los árboles. Andrea empezó a caminar, amaba ese bosque. Parecía el extracto de un mundo maravilloso, pues incluso en invierno había flores. Y precisamente se agachó a recoger unas pocas para dárselas a su abuela, así daría un poco de olor a esa pestilente habitación en la que dormía.
Estaba tan tranquila paseando cuando de repente un hombre barbudo salió de detrás de un árbol y le sonrío con una dentadura ausente. Parecía un mendigo de esos que se refugiaban en el bosque para dormir. Esos de los que su madre le había prevenido tantas veces. Pero Andrea no pensaba en eso, sentía pena por aquel hombre. Y ese intento de sonrisa le había llenado el corazón de esperanza.
<<Qué peludo es este hombre, tiene todo el cuerpo cubierto de pelos>>
-Hola chica, ¿Qué ha llevado a una chica tan guapa como tú a entrar en este bosque tan peligroso, lleno de fieras que podrían arrancarte los ojos por una cesta con tan buen olor?
-Eh…verá usted señor. Yo… voy a casa de su abuela, y en esta cesta tengo medicamentos y bollos caseros para ella.
-Mmmm, si no fuera tan buena persona te robaría uno de esos apetitosos bollos- comentó mientras se relamía los labios.- Por cierto, ¿dónde vive tu abuela?
-En el bosque, tiene una casa en un claro
-Ah, sí, ya me acuerdo, mi cueva está por ahí cerca.
-Bueno, ha sido un placer conocerle señor, pero será mejor que me vaya. Debo volver antes de que amanezca.
-Puedo ayudarte en eso, ves este cruce, tú siempre vas por el camino de la izquierda, ¿verdad?
-Sí, es el único camino que conozco
-Verás, el de la derecha es un atajo que te llevará en la mitad de tiempo.
-Me gustaría utilizarlo, pero es que tengo un poco de miedo ir sola, ¿no podría usted venir conmigo? Además, seguro que usted, como es un adulto puede darle una charla más interesante a mi abuela. No creo que le importe que se quede a merendar.
-Lo siento mucho guapa, es que tengo que pasar por mi cueva para coger una cosa y no puedo acompañarte porque se va por el camino de la izquierda. Pero si quieres nos vemos allí, sólo que tendrás que esperarme, porque ya sabes, voy a tardar más.
-Está bien, bueno, adiós
Andrea emprendió el camino por el sendero de la derecha, y el hombre fue por el de la izquierda. Le había dicho a la niña que era más corto, pero en realidad le había mentido. Ella tardaría más que él. Sin embargo, el hombre quiso asegurarse, y fue corriendo. Cuando llegó a la casa de su abuela llamó al timbre y esperó.
-¿Quién es?- preguntó una voz anciana en algún lugar de la gran mansión.
El hombre puso la voz más aguda que pudo y contestó:
-Soy yo, tu nieta
-¿Y por qué tienes esa voz tan rara?
-Es que he venido corriendo, y estoy jadeando.
-Está bien, pasa.
Se oyó un pitido y la puerta se abrió.
El hombre entró, dejó la puerta abierta, y se puso a rebuscar por todas las habitaciones. Encontró a la abuela tumbada en la cama leyendo. Sin que ella le viera, cogió una manta que había en el suelo, y tapó a la anciana para que no pudiera gritar. La sacó de la cama, la metió en el armario, y cerró con llave. Luego, rápidamente, antes de que viniera Andrea, cogió un camisón, se metió unos cojines de relleno, se maquilló como una mujer, se puso una peluca que había cogido de su cueva, un gorro de dormir y se tumbó en la cama con el libro.
Un rato después llegó Andrea. No vio al hombre, y pensó que aún no había llegado. Al ver la puerta abierta entró y fue al dormitorio de su abuela para esperarle allí.
-Hola abu- exclamó mientras se acercaba a darle un beso.
-No, no, no te acerques, estoy enferma y no quiero contagiarte nada.
-Um, vaya, ojala te mejores pronto. Por cierto. Te he traído unas medicinas y unos bollos caseros que ha hecho mi madre para ti.
-Qué amable por su parte…
-Oye abu, tienes el pelo más oscuro que antes, ¿no?
-Sí es que me lo he teñido para parecer más joven, ¿Te gusta?
-Sí, te sienta mucho mejor. Pero abu, ¿por qué estás tan mal maquillada?
-Es que se ha ido la luz, y lo he tenido que hacer casi a oscuras- repuso el hombre maldiciendo ser tan mal maquillador.
Oye abu, ¿por qué no tienes dientes en la boca?
-Es que he perdido la dentadura postiza.
-Pero abu, abu, ¿Por qué tienes la cara tan peluda?- preguntó la niña tímidamente.
-En realidad siempre la tengo así. Pero se me ha roto la maquinilla y no he podido afeitarme.
<<¡Ughhh!- pensó Andrea asqueada.>> Pero de pronto vio algo que brillaba en la mano de su supuesta abuela y empezó a temblar.
-A…a..abu… abu…, ¿po..po..por qué ti..ti enes un cu..cu..chillo afi..filado en la mano? Preguntó mientras daba pequeños pasos hacia atrás.
-De pronto el hombre que había estado disfrazado de su abuela se levantó de golpe de la cama, se abalanzó cuchillo en mano hacia Andrea y…
Horas después llegó la policía. Entraron en la habitación. La escena era terrible: una abuela recién rescatada del armario, una madre de rodillas llorando desconsolada sujetando entre sus brazos el cuerpo inerte de una joven de doce años. La sangre le empapaba el vestido, las manos, y las tablas del suelo cercanas. El arma homicida, un cuchillo con empuñadura de madera reposaba en el suelo a unos metros con la hoja metálica manchada de sangre. Nadie se había atrevido a tocarlo. En una esquina, todavía goteando algo de sangre, se hallaba la cabeza de una niña que un día había ido a visitar a su abuela sin que nadie se hubiera imaginado nunca lo que le deparaba el futuro.







VIOLETA PASEA POR GRAN VÍA

 

Llegué ayer a España por la noche. Como estaba muy cansada, llamé a un taxi que me dejó en la puerta de mi piso alquilado. Ahora salgo a pasear, voy brincando contenta como una corderita en los prados de mi pueblo. La gente me mira con cara rara, en Alemania nadie me mira mal cuando ando así. Veo dos jirafas de madera en una tienda. Me recuerdan a mi tía Dorotea. Por cierto, la gente de España es muy rara, cada una habla un idioma distinto, pero ninguno es alemán. De repente me doy cuenta. ¿Dónde estoy? Solo se que estoy sola. Ojalá Jaime estuviera aquí conmigo, pero claro, tiene que ir a no se donde, a hacer no se qué, y no puede venir conmigo a España.
Así que estoy sola, no tengo ni idea de donde estoy, ni de cómo volver a mi piso, y para colmo nadie en este país habla mi maldito idioma.
A ver, tengo que tranquilizarme. Hay un chico y una chica paseando abrazados. ¡Qué bonito debe ser andar con tu novio en tu propio país, sabiendo como llegar a tu casa! Me saco una manzana del bolso y empiezo a mordisquearla nerviosa. En un cartel veo el dibujo de un león. Sí, ese lo había visto antes de salir de casa. Cruzo el paso de cebra saltando contenta, ya se donde estoy. Me paro en la tienda de zapatos que hay al lado. Piel de cocodrilo. Qué feos y horteras. Y sobre todo ¡Qué estúpidamente caros! Miro el escaparte de al lado, umm, mejor. Móviles, ojala tuviera esa blackberry. Se la pediré a Jaime por mi cumple. Vuelvo corriendo a mi piso a llamarle y contarle mi amarga experiencia. No me gusta España. Estos han sido los peores quince minutos de mi vida. Pienso quedarme la semana entera quemando naranjas sin moverme de casa.

LA MANSIÓN DE LA ESPERANZA

 



La noche oscura te envuelve. Llueve. Te estás muriendo de frío y darías cualquier cosa por una bebida caliente, un plato de comida y un sitio donde dormir. Tras deambular un buen rato entre los árboles das con dos grandes puertas de madera. Una gigantesca mansión algo siniestra se impone ante ti. Ves un llamador con forma de cabeza de león. Golpeas tres veces. Nadie llega. Vuelves a llamar. Nada. Empujas la puerta. Está abierta. Decides entrar. Un chirrido acompaña al golpeteo de las gotas de agua. Cierras la puerta y miras alrededor. Estás a oscuras. Únicamente la luz de la luna entrando por un gran ventanal ilumina la estancia. Hay telarañas por todas partes. Está claro que la casa está deshabitada. Cuelgas tu abrigo empapado en un perchero y empiezas a rebuscar por los cajones de una gran cómoda. El único mueble de toda la sala. Encuentras una vela, una palmatoria, una caja de cerillas y una llave algo oxidada. Enciendes la vela y te guardas la llave en el bolsillo. Subes por unas grandes escaleras. La barandilla está llena de polvo. Una vez arriba miras en todas las habitaciones en busca de una cama. Todos los muebles están tapados por sábanas, y la única cama que encuentras no tiene colchón. De pronto, por la rendija de una puerta entreabierta, ves algo brillando. Empujas la puerta y entras. Encima de una mesa hay un cofre de madera con remaches metálicos que reluce con luz propia. Parece antiguo. Tiene una cerradura oxidada por los laterales. Posas la palmatoria en la mesa y pruebas suerte con la llave que tienes en el bolsillo. Encaja perfectamente. La giras dos veces y lo abres.
¿Qué hay dentro de ese cofre?

VIOLETA EN CASA DE SU AMIGA

 



Ding, dong. Violeta llamó al timbre del portal. Había quedado con una amiga. Era viernes por la tarde. Esperaba llegar a su casa a tiempo para quemar naranjas. Tenía preparada una obra de teatro con naranjas en las que se hacían hogueras enormes para matar brujas. Le abrieron la puerta, en las escaleras había un cartel que ponía “Escalera en mantenimiento. Usar el ascensor” No, no, no y no. No pensaba usar el ascensor, desde aquella vez con cinco años, cuando se había quedado encerrada cinco horas en uno, no había vuelto a usar uno de esos armarios diabólicos, y menos sola. Llamó a su amiga, y le dijo que bajara, que no podía subir sola. Su amiga estaba ocupada ¡Puff! Lentamente se acercó a la terrible puerta metálica, y temblando pulsó el botón. No tardó en llegar. Las puertas se abrieron con un sonido que hizo que se le erizaran todos los pelos del cuerpo. Entro sin prisa y pulsó el botón del piso adecuado, dios mío, era el séptimo. Las puertas se cerraron, y la caja empezó a subir. Cerró los ojos, agarró su bolso morado y se mordió el labio inferior. En cada piso un pitido le sacaba una lágrima de pánico. Al fin llegó arriba. Salió corriendo, aún temblando y llamó a la puerta de la casa. Se secó las lágrimas con la manga antes de que le abrieran. En cuento entró ahogó un grito. La casa estaba impoluta y ordenada. Parecía como si acabase de comprar la casa y todos los muebles hubieran sido puestos minutos antes.
Intentó tranquilizarse y se sentó en el incómodo sofá. Estuvieron hablando durante horas, bueno, en realidad solo hablaba Patricia, pero Violeta no estaba escuchando, no le importaba cuanto le habían costado los zapatos que llevaba, o lo con quien se había tenido un hijo la peluquera del barrio. Era demasiado superficial para ella. Miró el reloj. Chilló histérica. Se le había pasado la hora de quemar naranjas. Loca como estaba cogió una manzana de su bolso y se la lanzó a Patricia a la cara. Esta cayó al suelo inconsciente y sangrando. Le quitó los zapatos -sería superficial, pero eran bonitos- Y se fue corriendo. Bajó por las escaleras, pero se resbaló con la pintura fresca. Se dio contra un escalón y se desmayó. Cuando despertó, minutos después, tenía una araña enorme y peluda sobre la cara. Aulló como una descosida, la agarró y la lanzó lejos. Se fue corriendo a su casa. 
No podía seguir en el país, seguro que Patricia la demandaba. Lanzó un dardo a su mapamundi, y este dio en Mykonos, Grecia. Compró por Internet un billete de avión a ese sitio, escribió una carta dramática a su exnovio Jaime, que estaba a punto de casarse. Hizo la maleta con las cosas imprescindibles que necesitaría para rehacer su vida y fue al aeropuerto lo más rápido que pudo. Acababa de fastidiar su vida en menos de tres horas.

PRIORIDADES

 

Cuando terminó de limpiar se dirigió a la cocina. Dejó los productos de limpieza en una repisa encima de la encimera.
Abrió la nevera, cogió dos botes de potitos y los vació en dos platos. Los posó en la encimera y fue a despertar al bebé. Lo llevó al salón y encendió la tele. Mientras le ponía una película de dibujos, el gato fue a la cocina a beber agua. De pronto olió algo raro, se subió a la encimera a investigar, y de allí saltó a la repisa. Un bote de lejía cayó, se abrió, y derramó su contenido en uno de los platos. El gato volvió a la encimera. Empujó con la cola uno de los platos de potitos, que al estar muy al borde cayó al suelo rompiéndose. La madre oyó el ruido y fue hasta la cocina. Regañó al gato, y  decidió que ya lo limpiaría más tarde. Cogió el palto que quedaba, una cuchara y volvió al salón. Agarró la cuchara, la sumergió en el plato y empezó a dar de comer al niño. Mientras tanto, en la cocina el gato lamía los restos de potitos que habían quedado en el suelo.

MÚSICA EN EL METRO

 Ese sábado, Iciar se levantó por la mañana y decidió que aquel día todo iba a cambiar.

Se puso sus leggins más cómodos, una falda y una camiseta. Sus calcetines de la suerte a rayas de colores y sus zapatillas deportivas. Las más apropiadas para una aventura como aquella. Se recogió el pelo con unas pinzas, y se puso su anillo de tonos marrones. Siempre se lo ponía cuando tocaba. Al verlo en sus manos le relajaba, y evitaba que se equivocara. Se maquilló, debía estar guapa. Metió en una mochila partituras, un bocadillo y otras cosas necesarias. Por último agarró la funda de Yamaha donde guardaba su flauta. Se abrigó bien, y fue al metro. Se sentó y esperó. Pero de pronto le entró miedo. Miedo a que nadie quisiera escucharla, de que a nadie le gustara su música. Miedo a fracasar, a o poder cumplir su sueño. Miedo a volver a su monótona vida de siempre. Arrugó la cara. Pero pensó, pensó en todas las veces que había tocado, las veces en las que su público había aplaudido. Miró su anillo y sonrió. Colocó la mochila en su regazo y las manos sobre esta. Debía proteger sus partituras. Esos simples trozos de papel pintarrajeados por ella misma eran lo único que le libraba de todos su aburridos días programando ordenadores.
El metro llegó a Ópera, ella se bajó. ¿Qué mejor estación que esa para empezar su nueva vida como música callejera?

PIENSA EN MÍ

 Querido Jaime:


Hace mucho tiempo de aquello, cuando la traición envenenó la copa de amor de la que los dos bebíamos, si…
Te han pasado muchas cosas nuevas, has intentado cambiar, pero es imposible, dices que lo has olvidado, crees que lo has hecho, pero no. Todavía una pequeña llama en el fondo de tu corazón, encerrada en una caja de mentiras, todavía no se ha apagado, por mí. Como me dijiste, aquella tarde en el parque aquel poema de Bécquer. De memoria y mirándome a los ojos recitaste:
“Podrá nublarse el sol eternamente;
Podrá secarse en un instante el mar;
Podrá romperse el eje de la tierra
Como un débil cristal;
Podrá la muerte cubrirme
Con su fúnebre crespón.
Pero jamás en mí
Podrá apagarse la llama de tu amor.”

Entonces yo empecé a llorar, tú me agarraste la cabeza y me besaste con pasión, como nunca nadie lo había hecho jamás. Desde ese momento el árbol bajo el que estábamos sentados paso a ser nuestro árbol. El árbol en el que nos conocimos, el árbol en el que nos besamos, el árbol en el que nos amamos . Pensé que eso significaba algo para ti, pensé que lo que me decían todos era mentira, que era imposible que te hubieran visto allí… con otra. No podías haberme engañado, y profanado nuestro lugar haciendo algo que ni siquiera habías hecho conmigo. Las palabras de la gente estallaban en mí como fuegos artificiales de profunda agonía, y lloré, lloré como nunca lo había hecho, igual una niña pequeña, durante quién sabe cuantos días.
Pero no importa, porque yo sí que he conseguido olvidarlo, aunque siga pensando en ti. Estoy a punto de rehacer mi vida yéndome esta noche a Mykonos, Grecia. Pero, por favor, cuando estés mañana en el altar a punto de dar el gran paso, el que nuca quisiste dar conmigo, piensa en mí.

Desde Rusia con amor
Violeta

MISOREN

 


Era feliz. Eso fue lo único que pensaron Tulipa y Frederich cuando vieron a su pequeño Misoren abrir sus regalos de Navidad.
El niño cogió el camión de juguete y empezó a jugar con él.
-¡Mirad!-exclamó encantado- No vuela, va con ruedas por el suelo.
-Claro hijo- su padre se puso en cuclillas frente a él y le tocó la nariz. –Eso es porque es del mundo de los humanos. Un lugar mágico en el que las personas no tienen alas y viajan en transportes terrestres. De ese mundo es Papá Fernando, el hombre que recorre las calles en su tractor la noche de Navidad y les hace regalos a los niños.
-¿En serio?
-Claro- mintió el padre.
Tulipa sonrió algo apartada.
-Qué guachi. Ojala yo fuera un humano, estoy harto de ser algo tan aburrido. Bueno voy a enseñarle el camión mágico a mis amigos- el niño salió volando de casa aleteando torpemente antes de que sus padre tuvieran tiempo de objetar algo.
-No podemos dejar que siga creyendo en cuentos de humanos- comentó Tulipa. Está creciendo, y dentro de poco será un hada adulto. Deberíamos quitarle esas estúpidas fantasías de que los humanos existen.
Se le notaba el enfado.
-Pero si le quitamos sus sueños de niño, si le decimos que este es el único mundo que existe y los humanos no son más que fantasías. ¿Qué le quedará?

-La realidad- la mujer desplegó sus alas y fue a la cocina a servirse un cóctel de polvo de hada bien cargado.

METAMORFOSIS

 

Le picaba la nuca, se rascó, le empezó a picar más, no, le escocía, se estaba arañando. Miró su mano, sus uñas eran largas y afiladas. Se asustó, su mano había empezado a cubrirse de pelo negro y suave, y a redondearse hasta adoptar la forma de una pezuña. Todo su cuerpo se volvió peludo y empezó a empequeñecerse. Al igual que sus manos, sus pies se convirtieron en pezuñas, sus brazos y piernas eran ahora patas. Fue corriendo a mirarse en un espejo, su cara empezó a deformarse, cerca de su nariz, ahora triangular y pequeña, empezó a sentir pinchazos en algunos puntos, donde le salieron finos bigotes blancos. En la parte superior de su cabeza le salieron dos triángulos peludos.
¡Qué pesadilla! Era la tercera vez que se convertía en gato esa semana.

LUZ

 Luz saltó sobre una nube, cogió al príncipe Tod del brazo y saltó sobre la alfombra mágica que se encontraba a medio metro de distancia. Fue volando en ella hasta el dormitorio del palacio. Tumbada en la cama estaba Felicia, la princesa.

-He perdido mi corona. Luz, ayúdame
-Venga conmigo princesa.
Felicia se subió a la alfombra y fueron a buscarla. Llegaron a la mazmorra y encontraron al dragón que la protegía. Luz saltó sobre él y le ató el collar mágico en el cuello. Ahora el dragón era bueno.
La chica cogió la corona y se la posó a la princesa en la cabeza.
El sonido de las llaves abriendo la puerta la devolvió a la realidad. Su madre entró en la habitación. Luz fue corriendo a saludarla.
-¡No! Luz, no te acerques a la puerta. Te lo he dicho mil veces.
Luz se paró en seco. La mujer cerró la puerta y se aseguró de que todas las ventanas estaban cerradas, las contraventanas puestas y las cortinas corridas. No paró hasta estar completamente segura de que no podía entrar ni un solo rayo de luz.
-Vete a tu cuarto con tus muñecos, pero pon esa alfombra en su sitio, y lleva ese cuenco a la cocina. Venga, que tu profesor está a punto de llegar.
-Sí mamá
-Ah, y apaga la vela cuando termines.
La mujer se dirigió a su habitación y se sentó en la cama. Sacó los informes del médico de su bolso y los leyó entre lágrimas.

Su hija nunca tendría una vida normal.

LA CASA DEL PINTOR

 Llamé al timbre de la puerta antigua. Una musiquilla con un tono melancólico sonó.

<<Pasa, la puerta está abierta>> Oí una voz grave que me decía.
Empujé, la puerta chirrió, y una nube de perfume de mujer me entró por la nariz. Me adentré en aquella casa. Cerré la puerta tras de mí y empecé a andar por un pasillo infinito. Las paredes estaban repletas de cuadros de paisajes rurales y fotografías de un matrimonio feliz que iba envejeciendo a medida que me iba acercando al final del pasillo. En los últimos metros del pasillo las fotografías mostraban a un hombre solo con cara triste. Entré en el salón. En una esquina de este un lienzo con un cuadro a medio pintar se encontraba acorralado por una infinidad de cajas de pinturas, pinceles manchados y fotografías de los mismos paisajes de los cuadros del pasillo desperdigadas por el suelo. La decoración estaba formada por muebles antiguos de estilo barroco llenos de grietas y desconchones.
De pronto una puerta se abrió en una esquina y un hombre arrugado vestido de negro apareció.
-El señor Montgomery, supongo – empecé a hablar
-Sí soy yo. Usted es la chica que viene a cuidarme- ¿verdad?
-Soy Cindy, encantada. Vaya - dije mirando una gran piano de cola a través de la puerta entreabierta- ¿Toca usted el piano?
-No.

ENGAÑO Y TRAICIÓN

 

Una calle, un niño, una furgoneta, un agarrón, un sedante, una llamada, una lágrima, uno menos.


Marcos caminaba como cada mañana por una calle de Madrid. Ese día no pasaba nadie. Pero Marcos no tenía miedo, estaba demasiado ocupado pensando en la fiesta de su octavo cumpleaños que celebraba esa misma tarde. Iba a invitar a todos sus amigos. Mientras pensaba en si sería capaz de apagar todas las velas de un solo soplido, una furgoneta apareció por una esquina y se paró justo al lado de Marcos. El niño veía su reflejo en las ventanas tintadas. De pronto, se abrió la puerta corredera, saltó fuera un hombre con barba y ojos azules, miró a su alrededor nervioso, agarró al chico y lo metió dentro. Cerró la puerta y la furgoneta se fue tan rápido como había llegado. La calle quedó vacía y silenciosa, como si no hubiera pasado nada esa mañana.
Marcos sí que tenía miedo ahora. Si llegaba tarde su profe le castigaría por la tarde y se quedaría sin fiesta de cumpleaños. Sintió un pinchazo en el cuello y se quedó profundamente dormido.

Miriam estaba asustada, acababa de recibir la llamada de la profesora de su hijo preguntándole por qué no había ido a clase. Pero Marcos no era de los que hacían pellas. Era demasiado pequeño. La mujer había recorrido todas y cada una de las calles por las que solía pasar su hijo. Pero no había encontrado nada ¿Y si…? Miriam no se atrevía a terminar la frase. Se sentó en el suelo agarrándose las piernas y empezó a sollozar fuertemente. Debería haber estado más atenta. Debería haberle llevado ella misma. Debería haberse preocupado más. Echándose la culpa no conseguiría nada. Aún temblando sacó el móvil de su bolso. Buscó en sus contactos a su novio y pulsó la tecla de llamada.
-¡Julián! Marcos ha desparecido, no ha ido hoy a clase, no sé qué hacer- lloraba Miriam
-Lo siento cariño, pero ahora no puedo hablar. Estoy en una reunión muy importante. Cuando vuelva de trabajar te ayudaré a buscarlo. Te lo prometo- colgó sin esperar respuesta.
El hombre se guardó el teléfono en el bolsillo y sonrió. Abrió una puerta metálica delante de él y entró en una habitación gris que carecía de ventanas. En el centro de la habitación había una cama, y sobre ella se hallaba Marcos desnudo y tumbado bocabajo. Sus muñecas y tobillos estaban atados con unas correas de cuero bien apretadas. Ya estaba despierto. Julián se acarició la barba y empezó a pasar la mano suavemente por la espalda caliente del chico. Empezó a quitarse la ropa lentamente.
-Voy a hacerte el mejor regalo que te puedas imaginar- Julián rió fuertemente.
Lágrimas, sudor, semen, sangre.
Los ojos de Marcos se cerraron y una madre aulló en la noche. 

EL PASILLO DE LAS MIL PUERTAS

 Laura y Sara corrían por el pasillo. Era un pasillo deforme e interminable, a ambos lados, miles de puertas de distintos tamaños, formas y colores iban apareciendo a medida que ellas corrían. Llegaron al final del pasillo. Ante ellas se extendía un profundo precipicio. Las dos dirigieron la mano al mismo pomo de la misma puerta. Una redonda, azul y cubierta de pelo que olía a mar. Estaba cerrada. Laura sacó una llave azul del gran bolsillo de su vestido y la metió en la cerradura con forma de pez. La abrió y se metieron corriendo por ella. Agua. Peces. Conchas. Algas. Se encontraban en el fondo del mar. Echaron a correr, hasta llegar a una alambrada. En ella un gran cartel metálico con los bordes oxidados rezaba “Sólo animales marinos”. Nadaron por encima de la verja y cruzaron al otro lado. Siguieron corriendo hasta que llegaron al gimnasio. Entraron. Allí, una infinidad de peces y otros animales marinos se ejercitaban con complicadas máquinas. A un pulpo se le cayó una de las pesas que estaba utilizando, y esta rodó hasta pararse delante de un espejo. Sara la siguió con la mirada. Miró al espejo, allí estaba. <<Papá>> susurró. Metió la mano en el bolsillo de su sudadera y sacó una llave transparente. La introdujo en una grieta en el cristal y le dio dos vueltas. Este empezó a ablandarse. Y por fin, un hombre con una llave de oro colgada del cuello salió sonriendo e la prisión en la que había estado encerrado tantos años.

EL LIBRO PROHIBIDO

 Estaba asustado, nervioso, algo traumatizado cuando llegué. Era la primera vez que veía a mi abuelo materno. Cuando fue a recogerme a la comisaría de Londres para llevarme con él yo no estaba digamos muy conversador. Mis padres acababan de morir en un accidente de avión. Mi padre era arqueólogo y mi madre fotógrafa. Viajaban juntos alrededor del mundo. Yo siempre me quedaba solo en casa. Nunca más de una semana. Y cuando volvían siempre me llevaban al circo, para compensar el tiempo perdido. Habían prometido que cuando cumpliera catorce años me llevarían con ellos. Jamás pudieron cumplir su promesa. Lo único que me quedaba de ellos era una llave que al parecer mi madre me había regalado cuando no era más que un bebé.  Todo lo demás lo había dejado en casa. Mi abuelo George no me había dejado coger nada. No teníamos tiempo, pues debíamos coger el avión a Irlanda. Me llevó a su casa, una gigantesca mansión en el campo en la que vivía prácticamente solo. Las únicas personas del servicio que dormían allí eran el ama de llaves y el jardinero. Era un antiguo palacio con grandes salones, numerosas habitaciones, frondosos jardines y una gigantesca biblioteca con cientos de estanterías repletas de libros. Y ahí, en esa gran habitación fue donde empezó todo. Yo solía pasarme las tardes en la biblioteca leyendo, ya que no había muchas otras actividades con las que distraerse. Mis libros favoritos eran los del área destinada a la fantasía. Cuando terminé el libro que estaba leyendo “Alicia en el país de las maravillas” fui a dejarlo en su sitio. Al ponerlo, la madera de la balda se hundió y sonó un tintineo metálico. Tras una serie de sonidos de engranajes y otras piezas de maquinaria, oí un ruido en la mesa de lectura más cercana a mí. Un cajón de madera se había abierto saliendo de donde estaba escondido, dentro del grueso tablón. Saqué lo que había dentro y cerré el cajón, que volvió a esconderse como si nunca hubiera sido abierto. Observé lo que tenía en la mano, un objeto rectangular envuelto en un pañuelo de tela. Lo puse encima de la mesa y lo destapé. Era un libro de tapas duras cubiertas de cuero. Una cintas rojas lo cerraban con un pegote de lacre con las letras GO: Probablemente las iniciales de mi abuelo. Rompí el lacre y quité las cintas. Una segunda protección lo cerraba, en el lado opuesto al lomo, un candado lo protegía de ser leído. Estaba claro que yo no poseía la llave, o tal vez sí. Por probar no pasaba nada. Cogí la llave de mi madre, que siempre llevaba colgando del cuello y la metí dentro de la pequeña cerradura. Abría el libro, de pronto una brisa procedente de él me golpeó en la cara. Un olor a flores frescas me entró por la nariz y me sentí absorbido por el libro. Aparecí en un bosque, y caí de rodillas al suelo. Me levanté y me sacudí el polvo. Oí un ruido entre los arbustos y dirigí allí mi mirada. Numerosos ojos de distinto tamaño se abrían y se cerraban entre las hojas. De pronto los dueños de aquellos ojos salieron de ente los matorrales. Hadas, duendes, gnomos, enanos, ninfas, sílfides y otras muchas criaturas de cuento salieron de entre las ramas. Todos a la vez se arrodillaron en el suelo.

-Bienvenido de nuevo príncipe George- dijeron a una.

EL ESCRITOR

 Fernando se sentó en su sillón púrpura y conectó el ordenador. Abrió el documento donde se encontraba la novela que había empezado hacía unos meses y comenzó a escribir.

-Tienes que devolvérmela, no es justo- un hombre de tez morena y pelo castaño acababa de aparecer a su lado.
-No deberías estar aquí
-Puedo venir cuando me de la gana- el hombre cruzó los brazos- además sólo he venido para que me devuelvas a Carol y dejes de causarme tantas desgracias
-No puedo resucitar a tu prometida, la he  matado, sabes que no puedo cambiar las cosas.
-Sí, pero su cuerpo nunca se encontró, puedes hacer que haya sobrevivido
-Fue una explosión, no puede haberse salvado
-Puedes hacer lo que quieras, es un libro.
-Si la resucitara, y a ti dejaran de pasarte cosas malas el libro perdería todo su sentido.
-Qué más da, si total, nadie va a leerlo, es malísimo.
-Si es malo es sólo porque tú eres el protagonista- Fernando se levantó y se dirigió a la cocina, cogió una taza de café que había preparado previamente y volvió a su sillón
-No, yo soy el personaje perfecto, sólo que no sabes utilizar mis cualidades.
-¿Qué cualidades?- le dio un sorbo a su café
Michael entornó los ojos en una mueca de odio. Se acercó a Fernando por detrás y leyó lo que estaba escribiendo
-Lo que pasa es que no sabes escribir
Fernando cerró los puños, eso le había dolido. Se levantó bruscamente e intentó pegarle una bofetada a su personaje. Le atravesó sin tocarle.
-Sabes que no puedes hacerme nada- se burló Michael sacándole la lengua
Fernando volvió a sentarse
-¿Qué no qué?- se puso a escribir algo frenéticamente
Michael intentó pararle, pero él tampoco podía tocarle, no se hallaban en el mismo plano.
-No, no, no perdona, no quería decir eso, no lo hagas por favor- de pronto su brazo empezó a sangrar
Michael se acercó a la pantalla y leyó lo que su creador acababa de escribir.
-¿Cortarme con un cuchillo?, ¿te parece normal, idiota?
-Solo es un aviso, sabes el poder que tengo sobre ti- le amenazó Fernando
-Como vuelvas a hacerme algo te juro que convenceré a los personajes de todas tus historias para que vengan a atormentarte. Te seguirán a todas partes, te hablarán todos a la vez, no podrás tener una vida normal, te volverán loco.
-Nunca me has gustado, ¿sabes?- Fernando bebió de su taza.
-Eres un idiota
El escritor cogió aire, tecleó algo tranquilamente, cruzó los brazos sobre su pecho, suspiró y se echó hacia atrás.
Michael cotilleaba los huevos de chocolate que Fernando tenía en la repisa de la chimenea. De pronto se quedó sin aire, se llevó una mano al corazón y empezó a tener convulsiones.
-¿Qué has hecho?- preguntó mientras caía al suelo
-Te acabo de matar de un ataque al corazón- sonrió- estaba harto de ti.
Michael desapareció y Fernando se terminó su caf

DIAMANTE

Edna estaba apoyada en la barandilla mirando el mar. ¡Qué azul era! Esa gran masa de agua era una de las pocas cosas que la relajaba. Olía a sal, a algas y a peces, sin embargo, amaba esa fragancia. Nada que ver con el olor que acababa de dejar al salir del barco. Todos los perfumes que las personas que allí había se habían echado, para disimular su olor personal, un olor tan sólido que se podía cortar con un cuchillo. Por eso odiaba viajar en barco, aunque le encantaba el mar, pero era necesario para su trabajo. Debía robar el diamante que esa noche exponían en el salón principal. No debía entretenerse más con el agua que la rodeaba, no la pagaban para oler.

Por detrás de ella pasó caminando una mujer, no tuvo que darse la vuelta para enterarse, porque una nube de perfume le invadió de pronto. Era asqueroso, el fabricante parecía haber intentado hacer una colonia de flores, pero parecía que se lee habían podrido. Era un olor nauseabundo que mareaba, entraba por la nariz y te quemaba los senos, si no pasaba pronto se le acabaría derritiendo el cerebro.

CADÁVER EXQUISITO

 La mujer quedó flotando en el mar

Luna

La mujer que nos enseña los misterios de la noche

Que desaparece tan rápido como un copo de nieve en un microondas

Una espuma que quema por la espalda

Y que congela el corazón

Por los sentimientos alguna vez olvidados

En el pozo de un jardín trasero

Una moneda de plata con una promesa

Todo es oscuro

Si tu mente te oculta cosas

Entras en una habitación sin puerta

El frío se cuela por un agujero en el suelo

CARTA DE VIOLETA A SU PRIMA AMANDA

 Querida prima Amanda.


            Te echo mucho de menos. Pero creo que no podré verte en mucho tiempo Seguro que cuando has recibido esta carta te has olido que algo malo está pasando. Sabes que yo odio escribir en papel, y que siempre hablamos por videollamadas. Pero por circunstancias de la vida me he visto obligada a deshacerme de todos mi aparatos electrónicos para que no me localicen. No te asustes, ahorra te explico todo. Fui a casa de una amiga, pero después de mucho rato me puse nerviosa y le lancé una manzana a la cabeza. Se quedó inconsciente. Además robé sus zapatos favoritos. Así que cuando llegué a asa, hice la maleta y compré un billete de avión a Mykonos, una isla en Grecia. Y desde un bar enfrente del hotel en el que he alquilado una habitación con un nombre falso te escribo esta carta. No quiero ir al pueblo porque seguro que ese será el primer sitio al que vaya el FBI cuando les llame mi ex-amiga. Ojala pudiera estar allí contigo. Echo de menos ordeñar vacas y dar de comer a los cerdos. Respóndeme si has recibido esta carta. No debería haberme ido de allí, y haberme quedado como tú. Pero yo quería viajar y tu como eres hippie no te importaba quedarte. En cualquier caso, aquí termino porque me estoy quedando sin papel.
  
 Con amor
Tu prima Violeta Ralphen. Bueno, ahora soy Silvia Tiprina.

PD.: Después del desastre con Jaime he dejado completamente el tema del amor. Y no pienso volver a caer en ese engaño.
PD2.: ¿Podrías mandarme un paquete de naranjas de Alemania? Es que las de Grecia prenden fatal. Gracias por adelantado.

ASESINATO GATUNO

Anotaciones


Un gato trepa por un árbol y salta al tejado. Encuentra allí un pájaro con un ala rota. Se abalanza sobre él. Una teja se rompe. El gato resbala por el tejado soltando un maullido histérico. Cae sobre la cabeza de una señora con sombrero. La mujer se desangra por los arañazos y muere.
Una semana después un niño encuentra un sombrero en el suelo cubierto de de nieve. Lo levanta, bajo el hay una mano pálida con sangre seca. Grita.

Arco Iris

Un día, un gato rojizo trepó hábilmente por un árbol de hojas anaranjadas. Desde allí pudo llegar fácilmente al tejado. Después de pasear encontró un pájaro amarillo con un ala rota. Silenciosamente saltó sobre él. Una teja cubierta de musgo verde se soltó. El gato resbaló encima de ella por el tejado azul. Cuando llegó al borde, cayó sobre una señora con un sombrero índigo. Se puso nervioso y empezó a arañarla hasta la muerte.
Una semana después, un niño vestido de violeta encontró en el suelo mientras jugaba en la nieve un sombrero. Lo levantó curioso. Bajo él vio una mano cubierta de sangre seca que salía del suelo. Gritó aterrorizado.

Telegráfico

GATO TREPA ÁRBOL STOP SALTA TEJADO STOP PÁJARO ALA ROTA STOP GATO SALTA TEJA STOP GATO RESBALA STOP CAE SOBRE SEÑORA CON SOMBRERO STOP ARAÑAZOS STOP MUERE DESANGRADA STOP SEMANA DESPUES STOP NIÑO LEVANTA SOMBRERO STOP MANO MUERTA STOP GRITA

Versos

El gato
trepó
Al tejado
llegó
Sobre el pájaro
saltó
La teja
resbaló
Sobre la mujer
cayó
Que por los arañazos
murió
El niño
encontró
Un sombrero que
levantó
Una mano
vio
Y entonces
Gritó

Pasota

Que alucine tío, el gato trepó por el árbol. Y joder, llegó al tejado hecho mierda. Luego saltó sobre un pájaro con un ala chunga. No veas, la teja se rompió, y el pringao del gato, como haciendo snow resbaló a toda leche por el tejado. Jo, y cayó sobre una tía con un sombrero to cutre que murió desangrada por los arañazos.
Una semana después, o por ahí, un niño encontró el sombrero en la nieve. Y joder que cague, debajo estaba la mano de la piva. ¿Qué mal rollo no?’ No veas como gritaba el niñato

sábado, 17 de noviembre de 2012

PUNTUALIDAD

 Ya llego tarde. No debería haber llevado a Luis a su trabajo. “Estación Callao”. Por fin. Los escalones se me clavan en los pies por la velocidad. Mierda. Me he chocado. Me doy en la rodilla con un escalón. ¡Ah! Cómo me duele. El maletín. Mierda. Se me han caído algunas cosas. Niño idiota. Ahí están las siguientes escaleras. Nunca había corrido tan deprisa. Mi jefe me va a matar. Tengo que ir a ver esa película. Mañana voy. Resbalo. Odio estos zapatos. No puedo parar. Joder. Me caigo a la vía del metro. No puedo salir. Me duele la rodilla. Estúpido niño. Viene el metro. Elena también suele taparse la boca con las manos como esa señora. Voy a morir. Noto la cara húmeda. Estoy llorando. No podré recoger a Luis del trabajo. Nunca veré esa película. Elena tendrá que cuidar sola a Marcos. Hecho a correr. Caigo al suelo. Ahí está. Cinco metros. Dos metros. Un metro. 50 cm. 20cm. 10cm. 5cm. Ya

PATO LAQUEADO DE BEIJING

 He quedado a comer con mi jefe. Le apasiona la cocina exótica, así que hemos ido al restaurante más extraño de la ciudad. He accedido a que él elija la comida. Espero no tener que arrepentirme.

Estamos en el restaurante, nos sentamos en una mesa vacía y esperamos a que nos atiendan. No tarda en llegar el camarero. Mi jefe pide la comida mientras yo me tapo los oídos para darle más misterio al asunto.
Un rato después me sirven un plato tapado. Lentamente lo abro, una nube de vapor me llega a la cara nublándome la vista. Huelo a carne recién asada. Cuando lo descubro del todo se me hace la boca agua.
Es un trozo de carne rosa, la gruesa piel que lo cubre brilla empapada en su propio jugo. Al lado hay un vegetal blanco verdoso cortado en finas tiras.
Corto un trozo, el cuchillo penetra en la carne como si de mantequilla se tratase. Me lo meto en la boca, tiene una textura blanda y es jugosa, la piel tiene un sabor dulce, pero no empalaga, es crujiente y sin embargo blanda, puedo oír un sonido maravilloso al masticarla. Noto como me baja por la garganta: es suave y aceitosa, pero sin pasarse, justo como a mí me gusta.
Tomo otro trozo, y otro, y otro, cada vez está más rica. Su sabor mejora a cada bocado. La carne se deshace en pequeñas hebras de maravilloso sabor dulce. Al final, cómo no, se acaba. Me como las verduras que, empapadas en salsa, aún me recuerdan al exquisito sabor se la carne. Le pregunto a mi jefe por su comida, al no recibir respuesta alguna levanto la mirada, su silla está vacía, en su plato una nota.  La leo:
Me he ido porque no me hacías caso, pero no te preocupes, no me he enfadado. Ah, por cierto, esta comida era para decirte que te he ascendido. ¡Felicidades!
Para celebrarlo llamo al camarero y le pido otra ración.

MYKONOS, GRECIA

 Grandes Civilizaciones II

Vuelos y Traslados Incluidos
Atenas, Rodas, Santorini y Mykonos (Grecia)
Esmirna (Turquía), Estambul (noche a bordo),
Volos y Atenas (Grecia).


Eso fue lo que Sergio leyó en uno de los carteles cuando estaba decidiendo dónde ir de vacaciones.

Ese cartel le llamó la atención. Todos los demás en la agencia de viajes eran brillantes, con luces de colores. Por el contrario, ese cartel estaba colgando, sucio, en una esquina. Debajo había un número de teléfono. Sergio era bueno con los números, así que no tardó en memorizarlo. Eligió el viaje a Mykonos, Grecia. Le preguntó a la chica de la agencia. Ella se puso nerviosa y le dijo que no sabía de que estaba hablando. Sergio fue a enseñarle el cartel, pero cuando llegó ya no estaba. En su lugar había otro de esos carteles de colores que anunciaba un viaje a Rusia.
-Ah- dijo la chica- quiere usted ir a Moscú.
-No, no, da igual, muchas gracias.
Cuando llegó a su casa lo primero que hizo fue llamar al número de teléfono que había memorizado. Alguien descolgó al otro lado. Sergio esperó el conocido ”¿diga?”, o un “sí”, o cualquier otra palabra de uso telefónico para decir que has descolgado. Pero no llegó, en su lugar oyó una grabación que decía: “Mykonos, Grecia. Billete bajo felpudo”.
Tras eso se cortó la línea. Sergio miró bajo el felpudo de su puerta. Había un billete de avión a Mykonos para apenas media hora después. Hizo la maleta rápidamente y fue al aeropuerto. Un avión le esperaba. Dos horas después estaba en Grecia, comenzando una aventura que jamás olvidaría.

LLAVES

Luis se despertó en una habitación muy grande. No lograba recordar cómo había llegado allí. Se dispuso a observar la sala. Estaba decorada de una forma muy curiosa: estanterías con forma de caracol, lámparas con luces de colores, alfombras de estampados luminosos…

Al fondo vio una escalera, una escalera tapizada por una alfombra roja.
Subió, encontró una puerta e intentó abrirla, pero estaba cerrada. Buscando la llave revolvió toda la casa. Al cabo de un rato encendió una lamparita de mesa para ver debajo de un mueble de cajones redondos. Dentro de la lámpara vio una sombra, como si hubiera algo dentro. Apagó la lámpara, desenroscó la aparte inferior y sacó un pequeño objeto envuelto en un trapo. Lo desenvolvió y encontró una llave de oro. Volvió a la puerta y, metiendo la llave en la cerradura consiguió abrirla.
Apareció en un bosque. La puerta por la que había entrado se encontraba en la superficie de un árbol. De pronto, por arte de magia, la madera de la puerta empezó a oscurecerse y arrugarse mimetizándose con el árbol, hasta que la cerradura no era más que un agujero en la corteza.
Se metió la llave en el bolsillo y echó a andar. No tardó en encontrar un hombre llorando. Le preguntó la causa de sus lágrimas.
–Verás joven, hoy es mi aniversario de bodas, pero no se que regalarle a mi mujer. – dijo el hombre antes de irrumpir en un gemido lastimero.
–Regálale un ramo de flores, a veces lo más simple puede ser lo más bello.
El hombre le dio las gracias y le regaló una llave de plata.
Luis siguió su camino y se encontró con un acaballero sin cabeza. El hombre le preguntó (aunque Luis no sabía cómo podía oírle ya que no había boca de la que pudiera salir el sonido) si podía buscar su cabeza, porque la había perdido y no tenía ojos para buscarla.
Luis se puso manos a la obra y encontró una roca con un agujero. No sabía el qué, pero algo le decía que metiera la llave de plata en él. Así lo hizo y la roca se convirtió en una puerta de piedra. La abrió y bajando unas escaleras llegó a una habitación similar a la del árbol. Encontró la cabeza en un armario y fue a llevársela al hombre. Este se la puso y después de darle las gracias le regaló una llave de bronce.
Luis continuó caminando y encontró una pequeña madriguera. El mismo algo que antes le había hecho abrir la puerta de piedra le hizo meter la llave de bronce. El suelo no tardó en transformarse en una puerta. La abrió y apareció en el desván de su casa, la puerta del techo por la que acababa de entrar desapareció, quedando solo la cerradura con forma de gotera.
Desde ese día cuando se aburría abría la  puerta del desván con la llave de bronce y aparecía en ese bosque tan mágico en el que siempre le esperaba alguna aventura.

LAS GAFAS DE LOS ALIENÍGENAS

 En unos instantes iban a aterrizar en la Tierra. Su nave se posó en un claro del bosque, haciendo que algunos árboles salieran volando por el viento que producía.


– Poneos las gafas de disfraces extra planetarios– dijo el padre.
Así hicieron, se las colocaron en la cabeza y seleccionaron el botón de disfraces. Al momento, un holograma en el que se veían numerosas criaturas de distintos planetas se materializó en el aire delante de cada uno. Seleccionaron a los humanos. En un segundo, Ptzloah -el padre- era un hombre con el pelo y la barba castaños, camiseta gris y pantalones del mismo color; Selfrdgs -la madre- se transformó en una mujer con el pelo castaño y un bonito vestido de colores; Aprnsdfja -la hija- era una niña rubia y llevaba puesto un vestido de hada; Frdhfjgrp -el hijo- tenía el pelo rubio oscuro y llevaba una camiseta gris; por último, Cnfgenusd -la mascota- era un peludo perro de un color marrón que contrastaba vivamente con las gafas amarillas que llevaba.
A todos les daba asco las pintas que tenían. Preferían con mucho su bonito tono verde y sus viscosos tentáculos, las antenas de comunicación sobre la cabeza y los quince pies morados que tenían todos los Hgtoldanos en su planeta.
Se dirigieron una máquina semejante a un cajero automático, seleccionaron el planeta Tierra y Ptzloah empezó a teclear rápidamente las teclas hasta que por la ranura salieron documentos falsos para los cuatro. Ptzloah ahora era Pedro; Selfrdgs, se llamaba Elena; Aprnsdfja, Ana; y Frdhfjgrp, era Marcos. Este último cogió a Cnfgenusd por el collar que les había dado la máquina que ponía “Peludo” y bajaron lentamente la rampa para ir al exterior. Pedro le dio a un botóN de un mando a distancia y la nave se transformó en  una rústica casa de campo, aunque dentro seguía teniendo los mismo avances tecnológicos de su planeta.
Fueron a la ciudad -al fin y al cabo eran turistas-, todos con sus gafas de colores que no se podían quitar porque recobrarían su aspecto original. Eran una familia Hgtoldena en un planeta de alienígenas.

LOS LADRONES DE IDEAS

Poca gente conoce a los ladrones de ideas, y menos aún sabe qué hacen. Pero yo os lo diré. Se meten en tu cerebro por las orejas para robarte las buenas ideas, las ideas productivas. ¿Por qué? Eso sí que nadie lo sabe. Puede que ni ellos mismos sepan por qué lo hacen. ¿Qué hacen con las ideas? Posiblemente nunca lo sabremos. Lo que sí os puedo decir es que son como diablillos, no más grandes que un vaso, con alas membranosas y espadas puntiagudas, con las que te pinchan en el cerebro absorbiéndote ideas. No tienen cara, solo una esférica cabeza azul completamente lampiña que se ilumina con cada nueva idea.

Cada vez que te clavan una espadita de las suyas sientes un pinchazo en la cabeza. La duración de este depende de la calidad de la idea. La única forma de ahuyentarlos es con música, odian la música clásica, no la pueden soportar. Se quedan inconscientes y tu cerebro los absorbe, junto con todas sus ideas robadas.Que no son pocas.

viernes, 16 de noviembre de 2012

EL LIMONERO


Era invierno. El solitario limonero del centro del claro lloraba desconsolado al ver que nada podría hacer contra su desdichada existencia. Condenado a no poder moverse, fuertemente aferrado al suelo. Sin rostro, ni tan siquiera era capaz de mostrar emociones, no podía hablar, no podía expresarse; sus lágrimas no eran más que la nieve derretida que caía por su tronco, lo que no hacía más que aumentar su tristeza.  El no poder exteriorizar sus sentimientos era demasiado para él. Ansiaba tanto ser humano…
De pronto vio algo. Un niño pequeño jugaba con las hojas del suelo y dibujaba en la nieve. Al girar la cabeza en su dirección vio el limonero, y fue corriendo hasta él. Tomó un limón de una rama, y lentamente fue acercándoselo a la boca, tenía miedo de que fuera venenoso. Claramente nunca había probado un limón, pero el árbol estaba seguro de que no tardaría en escupirlo por su sabor ácido.
El limonero no podía consentirlo, estaba afligido por su desgracia, pero no quería que aquel niño sufriera. Juntó toda su fuerza en una rama y consiguió moverla lo suficiente para tirar el limón al suelo, apenas rozando la mano del niño. El chiquillo estaba aterrorizado, y se fue corriendo, huyendo de aquel extraño árbol que parecía estar vivo.
Del limón empezó a salir un extraño líquido verde reluciente, que pronto llegó a las raíces del árbol. Asustado, se encogió, pues pensaba que era veneno. Pero estaba equivocado. Lentamente el limonero empezó a transformarse. Las raíces emergieron de la tierra, y se reunieron en dos grupos que se fueron trenzando hasta convertirse en pies. La parte baja del tronco se dividió en dos, formando así las piernas. Las dos ramas más grandes se encogieron y doblaron hacia delante, hasta que no fueron más que dos brazos que colgaban a ambos lados del cuerpo. La frondosa copa fue disminuyendo de tamaño hasta conformar una proporcionada cabeza en la que el ramaje enrevesado modelaba los intricados rasgos de un hombre. Las hojas, de un verde brillante, se fueron secando hasta enmarcar el rostro con una cabellera marrón oscuro. El hombre árbol levantó con dificultad una de sus recién estrenadas piernas, y la sacudió para desprenderse de los terrones de tierra que aún se aferraban a sus pies. Dio un primer paso, y después otro. Y poco a poco, paso tras paso, fue aumentando la velocidad hasta que acabó corriendo por el bosque, esquivando al resto de árboles, inmóviles como él lo había sido. Rodó por la hierba, acarició a las ardillas que correteaban a su alrededor y metió los pies en el agua del lago. Por fin había conseguido su sueño. Salió corriendo del bosque, pues ya estaba cansado de vivir allí. Fue a la ciudad, ansíaba vivir con el resto de las personas. Y tras poco tiempo, se casó, tuvo hijos y fundó una sociedad ecologista. Vivió, como siempre había querido, siendo humano.
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Invierno (1573), Giuseppe Arcimboldo, Museo del Louvre, París.

lunes, 12 de noviembre de 2012

LA COSTURERA

 

La aguja se clavó en su pulgar y tres gotas de sangre brotaron de la yema y cayeron a su labor cual tres pequeñas niñas saltando a la piscina en verano.
Dejó caer la aguja y se llevó el dedo a la boca soltando una maldición. <<Llevaba semanas cosiendo esto para la señora Mariana, y ahora tendré que volver a empezar, seguro que me pagará mucho menos de lo acordado. ¡Qué pena! Necesitaba el dinero para arreglar el tejado>> Se levantó lentamente de la silla medio rota haciendo crujir su espalda, y fue al baño a lavarse la herida. Giró la manivela del grifo. Este cayó al suelo y un chorro de agua le mojó toda la cara. << Si Jaime estuviera aquí- pensó con nostalgia - podría arreglar esto. Y pensar que, desde que se fue de casa solo me ha llamado una vez>> Se dirigió lentamente a los alrededores de su casa, cogió una piedra, fue al baño y la puso encima del grifo. Estuvo limpiando todo horas y horas. Miró su reloj de pulsera de la correa desgastada y dio un grito. <<¡Me he perdido la boda de José Antonio Miguel y Luisa María!>> Con la máxima velocidad que le permitieron sus arrugadas piernas encendió la televisión, colocó la antena de papel albal y se sentó en el sillón desconchado. Ni las interferencias del aparato ni la mala calidad del sonido le impidieron derramar  una lágrima cuando se besaron los enamorados en la pequeña pantalla.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

BUCLE

Poco después se despertó en una habitación oscura, no recordaba nada. Buscó una puerta, la encontró. Una verja la cubría. Desesperado intentó abrirla, sin éxito. Encerrado.

Quizá había más puertas, buscó. No se equivocaba. Encontró una, la abrió, salió a la calle, al fin. Libre. Apareció en una plaza muy concurrida.
De pronto le dio un pinchazo en la cabeza, cayó de rodillas al suelo, vio algo en su mente: la misma plaza, una explosión, gente muerta.
Mucha gente se acercó a preguntarle si se encontraba bien. No lo estaba, debía sacarlos de allí.
Otro pinchazo. Vio una habitación de cristal en medio de la plaza. Una explosión, la sala intacta. Quizá…
Sí. Se levantó de un salto. Debía llevar a todo el mundo allí dentro, sólo así los salvaría. Corrió y atravesó la puerta de la habitación. Pidió gritando a la gente que que entrara, no le hicieron caso. Pinchazo, la explosión estaba cerca. Lloró y gritó, pero le tomaron por loco. Llegó la explosión, murió todo el mundo. Un cadáver sangriento chocó contra la pared de cristal. Asustado, se desmayó. Poco después se despertó en una habitación oscura, no recordaba nada. Buscó una puerta...