Le picaba la nuca, se rascó, le empezó a picar más, no, le escocía, se estaba arañando. Miró su mano, sus uñas eran largas y afiladas. Se asustó, su mano había empezado a cubrirse de pelo negro y suave, y a redondearse hasta adoptar la forma de una pezuña. Todo su cuerpo se volvió peludo y empezó a empequeñecerse. Al igual que sus manos, sus pies se convirtieron en pezuñas, sus brazos y piernas eran ahora patas. Fue corriendo a mirarse en un espejo, su cara empezó a deformarse, cerca de su nariz, ahora triangular y pequeña, empezó a sentir pinchazos en algunos puntos, donde le salieron finos bigotes blancos. En la parte superior de su cabeza le salieron dos triángulos peludos.
¡Qué pesadilla! Era la tercera vez que se convertía en gato esa semana.
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