jueves, 22 de noviembre de 2012

LA MANSIÓN DE LA ESPERANZA

 



La noche oscura te envuelve. Llueve. Te estás muriendo de frío y darías cualquier cosa por una bebida caliente, un plato de comida y un sitio donde dormir. Tras deambular un buen rato entre los árboles das con dos grandes puertas de madera. Una gigantesca mansión algo siniestra se impone ante ti. Ves un llamador con forma de cabeza de león. Golpeas tres veces. Nadie llega. Vuelves a llamar. Nada. Empujas la puerta. Está abierta. Decides entrar. Un chirrido acompaña al golpeteo de las gotas de agua. Cierras la puerta y miras alrededor. Estás a oscuras. Únicamente la luz de la luna entrando por un gran ventanal ilumina la estancia. Hay telarañas por todas partes. Está claro que la casa está deshabitada. Cuelgas tu abrigo empapado en un perchero y empiezas a rebuscar por los cajones de una gran cómoda. El único mueble de toda la sala. Encuentras una vela, una palmatoria, una caja de cerillas y una llave algo oxidada. Enciendes la vela y te guardas la llave en el bolsillo. Subes por unas grandes escaleras. La barandilla está llena de polvo. Una vez arriba miras en todas las habitaciones en busca de una cama. Todos los muebles están tapados por sábanas, y la única cama que encuentras no tiene colchón. De pronto, por la rendija de una puerta entreabierta, ves algo brillando. Empujas la puerta y entras. Encima de una mesa hay un cofre de madera con remaches metálicos que reluce con luz propia. Parece antiguo. Tiene una cerradura oxidada por los laterales. Posas la palmatoria en la mesa y pruebas suerte con la llave que tienes en el bolsillo. Encaja perfectamente. La giras dos veces y lo abres.
¿Qué hay dentro de ese cofre?

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