Luis se despertó en una habitación muy grande. No lograba recordar cómo había llegado allí. Se dispuso a observar la sala. Estaba decorada de una forma muy curiosa: estanterías con forma de caracol, lámparas con luces de colores, alfombras de estampados luminosos…
Al fondo vio una escalera, una escalera tapizada por una alfombra roja.
Subió, encontró una puerta e intentó abrirla, pero estaba cerrada. Buscando la llave revolvió toda la casa. Al cabo de un rato encendió una lamparita de mesa para ver debajo de un mueble de cajones redondos. Dentro de la lámpara vio una sombra, como si hubiera algo dentro. Apagó la lámpara, desenroscó la aparte inferior y sacó un pequeño objeto envuelto en un trapo. Lo desenvolvió y encontró una llave de oro. Volvió a la puerta y, metiendo la llave en la cerradura consiguió abrirla.
Apareció en un bosque. La puerta por la que había entrado se encontraba en la superficie de un árbol. De pronto, por arte de magia, la madera de la puerta empezó a oscurecerse y arrugarse mimetizándose con el árbol, hasta que la cerradura no era más que un agujero en la corteza.
Se metió la llave en el bolsillo y echó a andar. No tardó en encontrar un hombre llorando. Le preguntó la causa de sus lágrimas.
–Verás joven, hoy es mi aniversario de bodas, pero no se que regalarle a mi mujer. – dijo el hombre antes de irrumpir en un gemido lastimero.
–Regálale un ramo de flores, a veces lo más simple puede ser lo más bello.
El hombre le dio las gracias y le regaló una llave de plata.
Luis siguió su camino y se encontró con un acaballero sin cabeza. El hombre le preguntó (aunque Luis no sabía cómo podía oírle ya que no había boca de la que pudiera salir el sonido) si podía buscar su cabeza, porque la había perdido y no tenía ojos para buscarla.
Luis se puso manos a la obra y encontró una roca con un agujero. No sabía el qué, pero algo le decía que metiera la llave de plata en él. Así lo hizo y la roca se convirtió en una puerta de piedra. La abrió y bajando unas escaleras llegó a una habitación similar a la del árbol. Encontró la cabeza en un armario y fue a llevársela al hombre. Este se la puso y después de darle las gracias le regaló una llave de bronce.
Luis continuó caminando y encontró una pequeña madriguera. El mismo algo que antes le había hecho abrir la puerta de piedra le hizo meter la llave de bronce. El suelo no tardó en transformarse en una puerta. La abrió y apareció en el desván de su casa, la puerta del techo por la que acababa de entrar desapareció, quedando solo la cerradura con forma de gotera.
Desde ese día cuando se aburría abría la puerta del desván con la llave de bronce y aparecía en ese bosque tan mágico en el que siempre le esperaba alguna aventura.
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