Llamé al timbre de la puerta antigua. Una musiquilla con un tono melancólico sonó.
<<Pasa, la puerta está abierta>> Oí una voz grave que me decía.
Empujé, la puerta chirrió, y una nube de perfume de mujer me entró por la nariz. Me adentré en aquella casa. Cerré la puerta tras de mí y empecé a andar por un pasillo infinito. Las paredes estaban repletas de cuadros de paisajes rurales y fotografías de un matrimonio feliz que iba envejeciendo a medida que me iba acercando al final del pasillo. En los últimos metros del pasillo las fotografías mostraban a un hombre solo con cara triste. Entré en el salón. En una esquina de este un lienzo con un cuadro a medio pintar se encontraba acorralado por una infinidad de cajas de pinturas, pinceles manchados y fotografías de los mismos paisajes de los cuadros del pasillo desperdigadas por el suelo. La decoración estaba formada por muebles antiguos de estilo barroco llenos de grietas y desconchones.
De pronto una puerta se abrió en una esquina y un hombre arrugado vestido de negro apareció.
-El señor Montgomery, supongo – empecé a hablar
-Sí soy yo. Usted es la chica que viene a cuidarme- ¿verdad?
-Soy Cindy, encantada. Vaya - dije mirando una gran piano de cola a través de la puerta entreabierta- ¿Toca usted el piano?
-No.
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