jueves, 22 de noviembre de 2012

ENGAÑO Y TRAICIÓN

 

Una calle, un niño, una furgoneta, un agarrón, un sedante, una llamada, una lágrima, uno menos.


Marcos caminaba como cada mañana por una calle de Madrid. Ese día no pasaba nadie. Pero Marcos no tenía miedo, estaba demasiado ocupado pensando en la fiesta de su octavo cumpleaños que celebraba esa misma tarde. Iba a invitar a todos sus amigos. Mientras pensaba en si sería capaz de apagar todas las velas de un solo soplido, una furgoneta apareció por una esquina y se paró justo al lado de Marcos. El niño veía su reflejo en las ventanas tintadas. De pronto, se abrió la puerta corredera, saltó fuera un hombre con barba y ojos azules, miró a su alrededor nervioso, agarró al chico y lo metió dentro. Cerró la puerta y la furgoneta se fue tan rápido como había llegado. La calle quedó vacía y silenciosa, como si no hubiera pasado nada esa mañana.
Marcos sí que tenía miedo ahora. Si llegaba tarde su profe le castigaría por la tarde y se quedaría sin fiesta de cumpleaños. Sintió un pinchazo en el cuello y se quedó profundamente dormido.

Miriam estaba asustada, acababa de recibir la llamada de la profesora de su hijo preguntándole por qué no había ido a clase. Pero Marcos no era de los que hacían pellas. Era demasiado pequeño. La mujer había recorrido todas y cada una de las calles por las que solía pasar su hijo. Pero no había encontrado nada ¿Y si…? Miriam no se atrevía a terminar la frase. Se sentó en el suelo agarrándose las piernas y empezó a sollozar fuertemente. Debería haber estado más atenta. Debería haberle llevado ella misma. Debería haberse preocupado más. Echándose la culpa no conseguiría nada. Aún temblando sacó el móvil de su bolso. Buscó en sus contactos a su novio y pulsó la tecla de llamada.
-¡Julián! Marcos ha desparecido, no ha ido hoy a clase, no sé qué hacer- lloraba Miriam
-Lo siento cariño, pero ahora no puedo hablar. Estoy en una reunión muy importante. Cuando vuelva de trabajar te ayudaré a buscarlo. Te lo prometo- colgó sin esperar respuesta.
El hombre se guardó el teléfono en el bolsillo y sonrió. Abrió una puerta metálica delante de él y entró en una habitación gris que carecía de ventanas. En el centro de la habitación había una cama, y sobre ella se hallaba Marcos desnudo y tumbado bocabajo. Sus muñecas y tobillos estaban atados con unas correas de cuero bien apretadas. Ya estaba despierto. Julián se acarició la barba y empezó a pasar la mano suavemente por la espalda caliente del chico. Empezó a quitarse la ropa lentamente.
-Voy a hacerte el mejor regalo que te puedas imaginar- Julián rió fuertemente.
Lágrimas, sudor, semen, sangre.
Los ojos de Marcos se cerraron y una madre aulló en la noche. 

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